Cronología de la vida de Jesucristo

Año del Nacimiento

El monje Dionisio el Exiguo (†556) tuvo el acierto de situar el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo como punto de referencia de la historia de la humanidad y centro del tiempo; con los datos históricos de que disponía, lo fijó en el año 753 de la fundación de Roma y señaló el 754 como el primero de la era cristiana. Este cómputo, aunque retrasa en algunos años el gran acontecimiento de la Encarnación, es el que sigue estando en vigor. Los evangelios nos dicen que Jesús nació «en tiempos del rey Herodes»1 y que la muerte del rey tuvo lugar no mucho tiempo después2. Por los datos que da el historiador judío Flavio Josefo conocemos que Herodes murió treinta y cuatro años después de tomar el poder, poco después de que se produjera un eclipse lunar3. A pesar de que no faltan voces discordantes, es muy probable que Josefo se refiera al eclipse que, conforme a los datos astronómicos, se dio el 12/13 de marzo del 4 a.C., el año 750 de la fundación de Roma. Por lo tanto, hay que adelantar el nacimiento de Cristo al menos cuatro años respecto de la fecha que determinó Dionisio el Exiguo. Además, la muerte de Herodes no ocurrió inmediatamente después del nacimiento de Nuestro Señor, pues, según San Mateo, durante la visita de los Magos a Herodes, éste estaba aún en la Ciudad Santa y por Flavio Josefo sabemos que el rey se ausentó de Jerusalén cerca de seis meses a causa de la enfermedad que le llevaría a la muerte4. Por consiguiente, el nacimiento de Jesús ocurría al menos seis meses antes de la muerte de Herodes. Pero también, conforme al Evangelio de Mateo, hay que tener en cuenta que el Niño tendría varios meses cuando Herodes, todavía en Jerusalén5, ordenó la matanza de los Inocentes. El mandato de asesinar a los niños menores de dos años implicaría un margen amplio, de modo que Herodes estuviese seguro que incluía a Jesús. En conclusión, habría que adelantar la fecha del nacimiento de Cristo sobre la que le asignó Dionisio (753 de Roma) unos cinco años. Así llegamos alrededor del año 748 de la fundación de Roma, equivalente al 6 antes de la era cristiana6. Tampoco se puede adelantar mucho más de esta fecha, porque San Lucas nos dice que Jesús tenía unos treinta años cuando fue bautizado por Juan, el año decimoquinto del imperio de Tiberio César7 que, como veremos a continuación, debió de corresponder al 780-782 de Roma, 27-29 de la era cristiana.

Comienzo del ministerio público

De acuerdo con los relatos evangélicos, Jesús comenzó su ministerio público muy poco después de ser bautizado por Juan Bautista8. A su vez, no debió de transcurrir mucho tiempo entre el comienzo de la predicación del Precursor y el bautismo de Jesús9. Por eso, los datos que da San Lucas para indicar el comienzo de la predicación del Bautista sirven para situar el comienzo del ministerio público de Jesús; es más, para muchos autores, la intención de Lucas al dar esas referencias era más bien fijar el bautismo y comienzo del ministerio del Señor. San Lucas dice que Juan comenzó a predicar «el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y de la región de Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdote Anás y Caifás»10. La referencia al mandato de Tiberio permite llegar a una cronología bastante aproximada. En efecto, Tiberio fue asociado al Imperio por Augusto, para el gobierno de las provincias orientales, el año 765 de la fundación de Roma, correspondiente al 12 de la era cristiana. Según esto, el año decimoquinto de Tiberio corresponde al 780 de Roma y 27 de la era cristiana. Éste sería el año del bautismo de Cristo y del comienzo de su ministerio, que, aceptando la fecha de nacimiento señalada más arriba, concuerda con la edad aproximada que le asigna San Lucas («Tenía Jesús al comenzar unos treinta años»11). De todas formas, esta datación no es definitiva, pues es también posible que el año decimoquinto de Tiberio se contase a partir de la muerte de Augusto, que ocurrió en agosto del 767 de Roma (14 d.C.), esto es, un año y ocho meses después de que Tiberio fuera asociado al Imperio. Además, no sabemos el tipo de calendario que utilizó Lucas. En cualquier caso, sí podemos decir que muy probablemente el bautismo de Cristo ocurrió entre los años 780 y 782 de Roma (27-29 d.C.). El dato de que Poncio Pilato era procurador de Judea concuerda tanto con la primera como con la segunda de las hipótesis que hemos reseñado. En efecto, Pilato comenzó su magistratura en Judea el año 26 d.C. (779 de Roma); esta fecha, por otro lado, nos da un límite: Jesús no habría podido comenzar su ministerio público antes del 26 d.C. La cronología que se deduce de los otros personajes que menciona San Lucas no aporta mayor precisión que la ya señalada, pero la confirma: Herodes Antipas fue tetrarca de Galilea entre los años 4 a.C. y 39 d.C.; Filipo se mantuvo en la tetrarquía de Iturea desde el 4 a.C. hasta el 33 ó 34 d.C.; de Lisanias se sabe únicamente que dejó de gobernar el año 37 d.C. En cuanto a Anás, Flavio Josefo afirma que fue elegido el año 6 d.C.; por otro lado fue depuesto por el procurador romano Valerio Grato el año 15 d.C., pero, a pesar de esta destitución —hecha por la autoridad romana y no por la judía—, Anás siguió teniendo una gran autoridad, al menos moral, según atestiguan las fuentes judaicas de la época y como se comprueba por su intervención en el proceso del Señor12. Caifás, yerno de Anás, fue elegido sumo sacerdote el año 18 d.C., y cesó en su cargo el 36 d.C. Otro dato para fijar el comienzo del ministerio público del Señor se suele tomar del pasaje de Jn 2,20: «Los judíos contestaron: “¿En cuarenta y seis años ha sido construido este Templo, y tú lo vas a levantar en tres días?”». Según Jn 2,13-23, esta conversación de Jesús con los judíos ocurre en la Pascua del primer año del ministerio público. Sabemos por Flavio Josefo13 que la reconstrucción del Templo se inició el año 20-19 a.C. (el año decimoctavo del reinado de Herodes). Si a esta fecha sumamos los 46 años de los que hablan los judíos nos encontramos en el año 26-27 d.C., lo cual es también coherente con los datos de Lucas.

Duración del ministerio público

Ninguno de los evangelistas dice expresamente cuánto duró el ministerio público del Señor. De la lectura de los sinópticos parece que todo sucede en poco más de un año. San Juan, en cambio, habla claramente de tres Pascuas, correspondientes a tres años distintos: en la primera (Jn 2,13-23) Jesús se encuentra en Jerusalén; la segunda (Jn 6,4) ocurre poco después de la primera multiplicación de los panes; la tercera es la de la pasión y muerte: Jn 11,55; 12,1; 13,1; etc. Así pues, la duración del ministerio público sería de dos años completos más los meses que transcurrieron desde el bautismo hasta la primera Pascua. Pero en Jn 5,1 se habla de «la fiesta de los judíos», o bien de «una fiesta de los judíos». Esta frase presenta varias dificultades de interpretación: la primera es si se trata de la fiesta o de una fiesta, pues los manuscritos más antiguos fluctúan entre ambas expresiones. En el primer caso, parecería referirse a la Pascua; en el segundo, sin excluirla, indicaría más bien alguna de las otras fiestas judaicas (Tabernáculos, Pentecostés, Encenia o Dedicación del Templo, etc.). Si aquí se trata de la fiesta de Pascua, ésta sería una Pascua distinta de las tres mencionadas antes, y entre las pascuas citadas en 5,1 y 6,4 transcurriría un año. Con ello habría que añadir un año más a la duración del ministerio público, que, por tanto, comprendería tres años y algunos meses. Sin embargo, no pocos autores piensan que lo narrado en el cap. 5 de San Juan es cronológicamente posterior a lo descrito en el cap. 6. Si esto es así, la fiesta nombrada en 5,1 podría referirse a la de los Tabernáculos nombrada en 7,2, o bien a la misma Pascua que aparece en 6,4. Con arreglo a esta hipótesis, no se trataría de una nueva Pascua. En resumen, según las pascuas que menciona el Evangelio de San Juan no puede decirse con certeza si el ministerio público del Señor duró dos años y algunos meses, o bien tres años y algunos meses.

Fecha de la muerte

Aunque no es posible fijar con seguridad total el año de la muerte de Jesús, podemos acercarnos bastante a la fecha exacta mediante la combinación de datos evangélicos y cálculos astronómicos. Para ello se necesita primero tratar la cuestión sobre qué día de la semana y mes fue crucificado el Señor. Los evangelistas coinciden en su testimonio de que Jesús murió en Jerusalén un viernes14 y que su muerte ocurrió en torno a la Pascua de los judíos15. Sabemos también que, según el calendario judío, la Pascua se celebraba el 15 de Nisán, fecha que cae dentro del mes de abril de nuestro calendario16. Ahora bien, por los datos evangélicos no podemos determinar si ese viernes fue el mismo día de Pascua (15 de Nisán), tal como lo sugieren los sinópticos, o el día anterior a ella (14 de Nisán), tal como parece indicarlo el Evangelio de San Juan. En efecto, los sinópticos dicen que los discípulos prepararon la Última Cena «el primer día de los Ácimos, cuando sacrificaban el cordero pascual»17. Es decir, la Última Cena de Jesús con sus discípulos fue una cena pascual. Conviene recordar que el calendario judío es lunar y, como la luna empieza a ser visible por la tarde, el día hebreo se inicia con lo que para nosotros es la víspera y dura hasta la siguiente puesta de sol. Así se explica que la cena pascual hebrea se celebrara en la tarde del día que nosotros llamamos víspera. Por tanto, según los sinópticos, Jesús celebró la Última Cena en las primeras horas del día 15, día de Pascua, y murió el viernes en las últimas horas de ese mismo día. Por su parte, el Evangelio de San Juan sitúa la muerte del Señor en «la Parasceve de la Pascua»18, es decir, el día anterior a la Pascua, el 14 de Nisán. Pero esto presenta una dificultad, y es que Jesús habría celebrado la cena pascual un día antes de la fecha señalada por el calendario oficial judío, esto es, en las primeras horas del día 1419. Con todo, el cuarto evangelio parece ofrecer datos más claros que los sinópticos sobre la cronología de la muerte del Señor y aclarar varios detalles relatados por éstos, difíciles de interpretar si la muerte del Señor ocurrió un día de Pascua20. En cuanto al año de la muerte, el marco temporal viene delimitado en sus extremos por el mandato de Pilato (26-36 d.C.). Dentro de ese periodo podemos precisar algo más. Si, como hemos visto, Jesús empezó a predicar entre los años 27-29, y su ministerio pudo durar un periodo de tiempo que va de algo más de un año a tres años y algunos meses, su muerte debió ocurrir entre los años 28 y 33 d.C. Ahora bien, aún cabe una ulterior aproximación. Como sabemos que Jesús murió un viernes 14 ó 15 de Nisán, podemos acudir a los cálculos astronómicos para comprobar en qué años entre el 28 y 33 d.C. el 14 ó 15 de Nisán cayeron en viernes. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que tampoco estos cálculos son definitivos, pues el comienzo del mes se establecía en la antigüedad según la visibilidad de la luna nueva y, en ocasiones, podía retrasarse. Con las debidas cautelas hay que señalar que, muy probablemente, el 14 de Nisán fue viernes los años 30 y 33 d.C., y el 15 de Nisán cayó en viernes los años 27 y 34 d.C. De estas fechas las dos últimas no se ajustan a los límites antes señalados. En cambio, hay bastantes probabilidades a favor del año 30 de la era cristiana. En efecto, si, como se ha dicho, el ministerio público del Señor pudo comenzar entre los años 27 y 29 d.C. y durar dos o tres años y unos meses, el año 30 d.C. encajaría con ese supuesto. A su vez, conforme al testimonio de San Juan, que implica al menos dos años y unos meses de predicación, esta fecha excluiría el año 29 d.C. como año del bautismo de Jesús. El año 33, aunque también el 14 de Nisán cayó en viernes, presenta más dificultades. Implicaría que el ministerio del Señor hubiera empezado el año 29 d.C. y se hubiera prolongado durante cuatro años, algo menos probable. Por tanto, de la combinación de los datos de que disponemos, queda el viernes 14 de Nisán del año 783 desde la fundación de Roma, 7 de abril del 30 d.C., como fecha más probable de la muerte de Nuestro Señor, sin excluir absolutamente otras fechas.

Conclusión

De lo expuesto se podría resumir con la mayoría de los estudiosos que Jesús nació alrededor del año 6 a.C., comenzó su ministerio el año 27 ó 28 d.C. y, tras dos o tres años de actividad pública, murió en Jerusalén el viernes 7 de abril del año 30 d.C. cuando tenía unos 35 años de edad.

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1 Mt 2,1; cfr Lc 1,5.
2 Mt 2,15.19-20.
3 Flavio Josefo habla de la muerte de Herodes en dos de sus obras: La guerra de los judíos, escrita entre los años 75 y 79 d.C., y Antigüedades judías, escrita entre el 93 y 94 (cfr De bello iudaico 1,33,1 y 5,6 y 8; 2,1,3; Antiquitates iudaicae 17, 6,1.4-5; 8,1; 9,3).
4 Al sentirse enfermo, Herodes marchó a Jericó. De allí se trasladó a Calirrohe, sitio de aguas termales, donde tampoco encontró alivio, por lo que volvió a Jericó y allí murió en la primavera del 750. De los datos de Flavio Josefo puede desprenderse que en el 749, al comenzar los fríos de noviembre en Jerusalén, fue cuando se trasladó a Jericó, de clima mucho más cálido.
5 Cfr Mt 2,3.
6 Sobre la fecha precisa, tenemos aún menos indicios ya que la celebración de la Natividad del Señor el 25 de diciembre se remonta al siglo IV y no se fundamenta en datos cronológicos.
7 Cfr Lc 3,1-2.21-23.
8 Cfr Mt 3,13-17; Mc 1,9-11; Lc 3,21-22.
9 Cfr Mt 3,1-13; Mc 1,4-9; Lc 3,1-21; Hch 1,22;
10,37-38. 10 Lc 3,1-2.
11 Lc 3,23.
12 Cfr Jn 18,13-14.
13 Antiquitates iudaicae 15,11,1.
14 Cfr Mt 27,62; Mc 15,42; Lc 23,54; Jn 19,31.
15 Cfr Mt 26,2ss.; Mc 14,ss.; Lc 22,1ss.; Jn 13,1ss.
16 La fecha de la Pascua cristiana es, en cambio, movible. Corresponde al domingo siguiente a la primera luna llena después del equinocio de primavera.
17 Mc 14,12; cfr Mt 26,17; Lc 22,7.
18 Cfr Jn 18,28; 19,31.
19 Se han propuesto por parte de los exegetas diversas explicaciones acerca de los motivos por los que Nuestro Señor adelantara un día la celebración de la cena pascual. Es posible incluso que este hecho sea el reflejo de las discrepancias entre fariseos y saduceos en cuanto a la fijación del calendario de fiestas. Sin embargo, todavía no se ha encontrado una explicación plenamente satisfactoria.
20 Por ejemplo, es difícil de explicar que Simón Cireneo viniera del campo en un día tan solemne (Mc 15,21), o que José de Arimatea comprara una sábana (Mc 15,46), o que las piadosas mujeres prepararan los aromas y ungüentos (Lc 23,56), etc.

Fuente:
Universidad de Navarra. Santos Evangelios (Spanish Edition) .
EUNSA.
Edición de Kindle.

Las tres cruces del Calvario

Reflexionando sobre los últimos momentos de la vida de nuestro Señor Jesucristo encarnado, quise rescatar las tres situaciones reflejadas en cada una de las tres cruces levantadas en el monte Gólgota ese fatídico y doloroso día en que nuestro amado cordero de Dios  fue inmolado.
 

Repasemos el relato del apóstol Lucas:

Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos. Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes. Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios. Los soldados


también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre, y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ÉSTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS. Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró. Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo. Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho.

En primera instancia tenemos las cruces de la izquierda y la de la derecha, los malechores que acompañaron a Jesús en “aquella hora”. Tanto Mateo como Marcos nos cuentan que, al principio, ambos ladrones se burlaban del Señor Jesús.
Leamos ahora los versículos 39 al 41, que nos hablan de:

“Uno de los malhechores que estaban colgados lo insultaba diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, lo reprendió, diciendo:¿Ni siquiera estando en la misma condenación temes tú a Dios? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; pero éste ningún mal hizo.”

Pero durante las 6 horas que permanecieron en la cruz, especialmente en las 3 últimas horas, uno de los ladrones vio que estaba sucediendo algo extraordinario. Reconoció que Aquel que estaba muriendo en la cruz no estaba muriendo por sí mismo sino por otra persona. Aunque él sabía que Barrabás tendría que haber estado en aquella cruz, pareció comprender que Aquel crucificado estaba muriendo por él. Reconoció que en la cruz hubo una transacción entre Dios y el ser humano, y que el Hombre que estaba en la cruz era Dios. Entonces, se volvió hacia Jesús con fe. Leamos los versículos 42 y 43:

“Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.”

Aquel mismo día en que el ladrón, de acuerdo con el gobierno romano, no fue considerado moralmente adecuado para vivir en la tierra, se fue a estar con el Señor. Este era un ladrón malo, no un ladrón bueno, pero debido a su fe en el Hijo de Dios, se convirtió en un ladrón salvado. ¡Este hombre tuvo fe para creer que el Señor Jesús iba a venir en Su reino, y que vendría después de Su muerte! Esto significa que aquel ladrón había avanzado mucho en su conocimiento teológico mientras estaba colgado en la cruz.
Nuestro Señor hizo una declaración notable; que este ladrón estaría con Él ese mismo día en el paraíso. Aquellos dos ladrones habían sido detenidos por el mismo crimen, procesados por el mismo delito y estaban muriendo por la misma causa. ¿Cuál era la diferencia entre ellos? Aunque ambos eran ladrones, la diferencia radicaba en el hecho de que uno de ellos creyó en el Señor Jesucristo y el otro no.
Aquel ladrón no podía realizar ninguna buena obra ni esfuerzos para acercarse a Dios. Ni siquiera tendría la oportunidad de asistir a una iglesia, ni de cumplir los ritos y ceremonias de ninguna religión. Sus manos y pies estaban inmovilizados y su cuerpo sólo descendería de la cruz como un cadáver. En realidad su vida, había sido una demostración de todo lo contrario. Pero escuchó aquellas palabras de Jesús: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Fue a la presencia de Dios a causa de su fe en Cristo. Es que, frente a Dios, todos los seres humanos, de cualquier origen social, encumbrados o proscritos por la sociedad y la ley, se encuentran en la misma condición y padecen las mismas necesidades espirituales. Y para todos, hay la misma solución: porque sólo hay un acceso a la presencia de Dios, y es a través de la fe en Jesucristo.
¿Pero qué decir de la tercera cruz? En ese madero el Cristo se entregó a si mismo por todos nosotros como está escrito: Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado;”(Juan 3:14).  
 
Ahora bien, hagamos este pequeño ejercicio, primeramente refirámonos a los dos ladrones simplemente como “pecadores”; ¿con cuál de los dos te identificas?, ¿con el que no creyó en él, sino que se burló, o con el que recibió ese bendito regalo de la salvación eterna, por el simple hecho de haber creído de corazón en el Señor y haberlo confesado con su boca? Las dos posiciones son muy cómodas, no requieren ningún sacrificio, pero una lleva a la condenación y la otra a la salvación. Por otra parte te pregunto: ¿Estarías dispuesto a cargar con la cruz de Jesús? Me refiero a no quedarte en esa posición tan cómoda, sino a padecer por los demás o por la causa cristiana en sí, en tanto Jesús mismo te dice “Y el que no toma su madero, y sigue en pos de mí, no es digno de mí.”(Mateo 10:38)
 

Yo quiero ser ese cristiano que daría la vida por el Señor y decir: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí.(Gálatas 2:20)

 

 

Y también “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.(Filipenses 1:21)
Por una fe sin límites, César Choto.
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¿Infierno? ¡Dios nos guarde!

Infierno es una palabra que a priori nos ocasiona algún malestar y de inmediato nos evoca una repulsión, pues cotidianamente la utilizamos para referirnos a algo insoportablemente molesto. Veamos qué dice el diccionario, veamos cómo lo define…­

infierno

(Del lat. infernum.)­

1. s. m. RELIGIÓN Lugar donde sufren castigo los condenados por la justicia divina, según algunas religiones según los cristianos, al infierno van los que han decidido separarse de Dios.
2. s. m. pl. RELIGIÓN Lugar donde creían los paganos que iban las almas después de la muerte.
3. s. m. RELIGIÓN Lugar donde las almas esperan la redención de los seres humanos, según el cristianismo.
4. RELIGIÓN Refectorio especial donde se come carne, en algunas órdenes religiosas.
5. Lugar donde hay mucho alboroto o discordia con tanto chiquillo y tanto ruido, esta casa es un infierno para trabajar.
6. Conjunto de circunstancias que provocan en una persona mucho malestar, disgusto o infelicidad nuestra relación tiene que acabar porque es un infierno.
7. AGRICULTURA Pilón donde se recogen las aguas empleadas en escaldar la pasta de la aceituna para extraer de ellas el aceite que les resta, en los molinos de aceite.
8. Hoyo debajo de tierra en que se asienta el mecanismo que mueve la tahona o molino de harina.
9. JUEGOS División o espacio final trazado en el suelo, en el juego del infernáculo.
10. el infierno de Dante culto Alusión literaria que se usa para expresar un gran dolor o tortura.
11. ¡al infierno! coloquial Expresión con la que una persona se dirige a otra por resultarle muy molesta o inoportuna¡al infierno! ¿no ves que no es momento de caprichos?
12. en el quinto o en los quintos infiernos loc. adv. coloquial Que está lejano, profundo o es de difícil acceso este pueblo está en los quintos infiernos.

Por otra parte, hay una tendencia entre los cristianos profesantes a evitar el tema del infierno a pesar de la clara enseñanza bíblica.

También hay una enseñanza falsa acerca de las Escrituras que se refieren a un basurero en Jerusalén, no al infierno. Esta enseñanza no es compatible históricamente, lógicamente o bíblicamente.
Otros dicen que no hay un lugar como tal, sino que dicho infierno es la imposibilidad de estar ante la presencia del Dios Todopoderoso.
Algunos sacerdotes y pastores retirados (caídos) han dicho que el infierno ha sido inventado por la iglesia para controlar a las personas a través del miedo.

Ahora, veamos que es lo que dicen las sagradas escrituras (la Biblia).

Lo que dice el mismo JESÚS

Mateo 5:29
Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
Mateo 7:13
Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella;

Mateo 10:28
Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.
Mateo 13:36-43
En este enlace Jesús explica la parábola de la cizaña.

Mateo 16:26-27
Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.
Mateo 23:33-34
Reina-Valera 1960 (RVR1960)
¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno? Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad;

Lucas 16:19-31 (NVI)

El rico y Lázaro

Había un hombre rico que se vestía lujosamente y daba espléndidos banquetes todos los días. 20 A la puerta de su casa se tendía un mendigo llamado Lázaro, que estaba cubierto de llagas 21 y que hubiera querido llenarse el estómago con lo que caía de la mesa del rico. Hasta los perros se acercaban y le lamían las llagas.

22 »Resulta que murió el mendigo, y los ángeles se lo llevaron para que estuviera al lado de Abraham. También murió el rico, y lo sepultaron.23 En el infierno, en medio de sus tormentos, el rico levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él.24 Así que alzó la voz y lo llamó: “Padre Abraham, ten compasión de mí y manda a Lázaro que moje la punta del dedo en agua y me refresque la lengua, porque estoy sufriendo mucho en este fuego”. 25 Pero Abraham le contestó: “Hijo, recuerda que durante tu vida te fue muy bien, mientras que a Lázaro le fue muy mal; pero ahora a él le toca recibir consuelo aquí, y a ti, sufrir terriblemente. 26 Además de eso, hay un gran abismo entre nosotros y ustedes, de modo que los que quieren pasar de aquí para allá no pueden, ni tampoco pueden los de allá para acá”.
27 »Él respondió: “Entonces te ruego, padre, que mandes a Lázaro a la casa de mi padre,28 para que advierta a mis cinco hermanos y no vengan ellos también a este lugar de tormento”. 29 Pero Abraham le contestó: “Ya tienen a Moisés y a los profetas; ¡que les hagan caso a ellos!” 30 “No les harán caso, padre Abraham —replicó el rico—; en cambio, si se les presentara uno de entre los muertos, entonces sí se arrepentirían”. 31 Abraham le dijo: “Si no les hacen caso a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque alguien se levante de entre los muertos”».

Lo que se dice en otros pasajes de la Biblia

2 Tesalonicenses 1:6-10 

La Biblia de las Américas (LBLA)
Justicia de la retribución final
Porque después de todo, es justo delante de Dios retribuir con aflicción a los que os afligen, y daros alivio a vosotros que sois afligidos, y también a nosotros, cuando el Señor Jesús sea revelado desde el cielo con sus poderosos ángeles en llama de fuego, dando retribución a los que no conocen a Dios, y a los que no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesús. Estos sufrirán el castigo de eterna destrucción, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando El venga para ser glorificado en sus santos en aquel día y para ser admirado entre todos los que han creído; porque nuestro testimonio ha sido creído por vosotros.

Judas 7
Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno.

2 Pedro 2:4-9

La Biblia de las Américas (LBLA)
Porque si Dios no perdonó a los ángeles cuando pecaron, sino que los arrojó al infierno y los entregó a fosos de tinieblas, reservados para juicio; si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, un predicador de justicia, con otros siete, cuando trajo el diluvio sobre el mundo de los impíos; 6 si condenó a la destrucción las ciudades de Sodoma y Gomorra, reduciéndolas a cenizas, poniéndolas de ejemplo para los que habrían de vivir impíamente después; si rescató al justo Lot, abrumado por la conducta sensual de hombres libertinos (porque ese justo, por lo que veía y oía mientras vivía entre ellos, diariamente sentía su alma justa atormentada por sus hechos inicuos), el Señor, entonces, sabe rescatar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos bajo castigo para el día del juicio.

 

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¡La Salvación es Gratis!

Un buen padre, una buena madre, daría su vida -literalmente- por sus hijos. El amor de una madre no se puede comparar con nada de este mundo; esta clase de amor la ubicaría yo en un lugar entre el amor terrenal y el celestial.
También sabemos de personas, héroes y heroínas de la vida real que ponen sus vidas en peligro por ayudar a conocidos y desconocidos, inclusive a animales; algunos de ellos han muerto en el intento, se han sacrificado por el prójimo.
Pero qué ser humano entregaría la vida de su hijo por alguna causa? Esta idea sobrepasa el entendimiento y lógica humanas; sacrificar la vida de un hijo para salvar la vida de otra persona, quien sea, está infinitamente lejos de ser una opción para un padre o una madre.
Dios es el único que no ha escatimado la vida de su único hijo, sino que lo entregó en cruento sacrificio (Romanos 8:35); con esto podemos dimensionar lo inmenso del amor de nuestro creador, que aún sin merecerlo Él envió a morir al Cristo por la salvación de todos nosotros (Romanos 5:8), el mismo Dios encarnado a quien Él mandó se llamase Jesús (Mateo 1:21), que significa “El Salvador”.
La salvación es un regalo del Altísimo, ya que es por su Divina Gracia que la podemos obtener (Efesios 2:8-9), habiendo hecho todo lo necesario Jesús en la cruz (Juan 19:30); en otras palabras el Hijo pagó el precio de este obsequio, con lo más caro y preciado de la existencia: Su sangre (Romanos 3:24-25). Así es, Jesús pagó con su vida para que la salvación sea gratis y de manera opcional nos la ofrece con todo su amor; y permanentemente Él está tocando a tu puerta para entregártela en tus manos (Apocalipsis 3:20).
¿Qué tengo que hacer para recibir este regalo?

Romanos 10:9-10
Que si confesares con tu boca que Jesús es El Señor, y creyeres con el corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
Porque con el corazón se cree para justicia pero con la boca se confiesa para salvación.

Si quieres aceptar este regalo, y a Cristo en tu corazón puedes decir esta oración en voz alta:

Dios mio, reconozco que soy un pecador y me arrepiento de todos mis pecados. Creo en mi corazón que Jesucristo es el Señor y que es tu Hijo amado. Reconozco que Cristo murió por mis pecados, y que Tu le resucitaste de entre los muertos. Yo abro las puertas de mi corazón y te recibo como mi Señor y mi Salvador, amén.

Si haz hecho esta oración y lo haz creído en tu corazón; tu nombre ya ha sido inscrito en El Libro de la Vida, haz sido sellado con el Espíritu Santo de Dios  (Efesios 1:13) y hay gran gozo en el cielo (Lucas 15:7).

¿Qué hago ahora?

Comienza a leer la Biblia, y pídele al Espíritu Santo que te de sabiduría para entender Su Palabra. Si actualmente estás congregándote en una iglesia, sigue haciéndolo pero pídele a Dios que te muestre si debes permanecer ahí; de no ser así, El te mostrará la iglesia en la que debes congregarte.

Si vives en Santa Tecla (L.L.-E.S.-C.A.) o sus alrededores te recomiendo Iglesia Genezareth.

Por César Choto Nova